“La prisión sólo tiene sentido cuando sirve para renovar al hombre, ofreciendo una posibilidad para reflexionar, cambiar de vida e integrarse en plenitud a la sociedad.”. Mons. Lluís Martínez Sistach, Cardenal arzobispo de Barcelona
La sala plena de la Corte Constitucional, con seis votos a favor y tres en contra, declaró inexequible la ley que estableció la cadena perpetua para violadores de niños, al considerar que lesiona la dignidad humana y afecta al sistema penitenciario.
Aunque aún no conozco el fallo, creo que la Corte acertó al aplicarle un duro golpe al populismo punitivo, no solo por las razones que le atribuye la prensa a la ponente, sino porque, adicionalmente, el artículo 28 de nuestra carta política, en lo pertinente, manda que: “…En ningún caso podrá haber …penas y medidas de seguridad imprescriptibles.”
Se les olvida acaso, a quienes nos gobiernan, que la pena que se le impone a cualquier delincuente no es una venganza del Estado en beneficio de las víctimas y que ésta, la pena, además de pretender ser la condigna sanción por la violación de la Ley y un factor disuasivo para que otros se abstengan de delinquir, lo que en el fondo persigue es resocializar a esos delincuentes, educarlos y convertirlos en un buenos elementos para la sociedad, pero nuestras cárceles, en vez de enseñarles un arte o un oficio a los presos, son verdaderas universidades del crimen, centros controlados por el hampa y al servicio de la delincuencia.
Claro que esa cadena perpetua lesiona la dignidad humana, pues a grandes rasgos, por datos escapados de centenares de estudios, narraciones de ex reclusos y sentencias de tutela, sabemos que los colombianos privados de la libertad son sometidos a toda suerte de vejámenes y que diariamente se violan, en los centros carcelarios colombianos, la constitución, las leyes, los tratados internacionales y las sentencias constitucionales, sobre derechos carcelarios y derechos humanos, tanto de los condenados como de los detenidos preventivamente, al obligar a los presos a vivir hacinados en verdaderas pocilgas, en muchos casos infestadas de roedores y de otros bichos; a dormir tirados en el suelo, sin colchones ni cobijas; sin recreación, sin comida de calidad y en muchos casos lo que se les da para consumir es verdadera basura.
Igualmente se les obliga a vivir sin: intimidad; servicios de salud y medicamentos, elementos de aseo personal, servicios sanitarios, al punto de que, en muchas cárceles, más de 150 reclusos tienen que usar un solo baño; muchos de ellos sin agua, los que, por lo tanto, se convierten en verdaderas pocetas de mierda; sin posibilidades de estudio, de recreación, de resocialización o siquiera de poder aprender algún oficio que les permita subsistir al abandonar el reclusorio e igualmente están sometidos a tener que pagar largas condenas aun sin haber sido condenados, porque la inoperante, perezosa y cada vez más lenta, corrupta y politizada “justicia” colombiana, nada les resuelve, a la vez que tienen que soportar, muchos de ellos, la corrupción, la tiranía y la violencia de los guardianes del INPEC o de la delincuencia interna, valga la redundancia, quienes por todo les cobran, al extremo de que no les dejan entrar sus medicamentos u otros objetos que se les envían para aliviar un poco siquiera su angustiosa existencia. Las fotos del hacinamiento y del salvajismo oficial se encuentran en Internet.
Nuestros jueces no garantizan “… la legalidad de la ejecución de la sanción; verificación del lugar y condiciones en que se deba cumplir la pena o la medida de seguridad; velar porque jurídicamente se verifiquen los elementos integrantes de la ejecución de la pena; hacer seguimiento a las actividades dirigidas a la integración social del interno…”
La cadena perpetua nada soluciona, el congreso debería es estudiar el problema con seriedad que no lo ha hecho y asesorándose para ello de expertos y no de corruptos pescadores de votos. Por ahí no es.
José León Jaramillo Jaramillo es abogado litigante, reconocido columnista de opinión . Además, ha ocupado importantes cargos en los sectores público y privado, como que fue procurador general de la nación (e). Leer más.