Abogados penalistas injustamente vilipendiados

La misión de los abogados penalistas es la de defender principalmente a los bandidos, a los delincuentes, a los antisociales, a los asesinos y violadores, pues ni la Virgen del Carmen, ni el Sagrado Corazón de Jesús, ni los Arcángeles, ni los ángeles custodios necesitan abogados penalistas que los defiendan de los procesos que puedan llegar a adelantárseles por sus presuntas actividades delictivas de narcotráfico, fleteo, homicidios en despoblado, violación de menores, peculados, falsedades, enriquecimiento ilícito, hurtos o atracos bancarios, lo que es imposible que suceda.

Son los bandidos, los delincuentes, los vinculados a un proceso penal por la comisión de un delito o por un montaje judicial o falso positivo judicial (Contralmirante Arango Bacci) o los inocentes ilegalmente acusados, por haber sido utilizados como ganchos ciegos o vinculados circunstancialmente, los que necesitan de esos servicios profesionales.

No faltará el tonto que nos pregunte y ¿usted defendería aun violador de una niña de 3 años, como Yuliana Samboní? y la respuesta sería contundente: claro que sí lo defendería, pues con ello el abogado defensor del presunto delincuente, no le está brindando un espaldarazo al delito de violación y mucho menos haciendo apología del mismo, sino que su deber es garantizarle a su defendido, que, en lo posible, no se les vulnerarán los derechos, que la Constitución y la Ley y no los abogados, les confieren a todos los sindicados y detenidos en Colombia, tales como: el derecho a ser oídos, a que se presuma su inocencia y no su culpabilidad, a investigar lo favorable, a averiguar si se trata, o no, de un falso positivo judicial, policial o del montaje de algún bandido o de otro delincuente involucrado en el hecho, a que se respeten los términos, a no permitir que se les torture, a que no se les violen sus derechos humanos, a que se les aplique la pena que legalmente les corresponde, a que se les trate y recluya en condiciones dignas, etc.

En pocas palabras, se trata de que el abogado interponga sus buenos oficios, para que se les garantice el debido proceso, que les conceden la Constitución Colombiana y las leyes penales de la República y, adicionalmente, para hacerles valer, judicialmente, sus demás derechos.

El derecho penal es la carta de derechos y garantías de los delincuentes y de los ciudadanos de bien injustamente enfrentados a una investigación o a un proceso penal, pero adicionalmente el derecho penal es garantía para todos los ciudadanos de que el régimen no se servirá de jueces y cortes para perseguir a sus contradictores políticos o al pueblo en general, pues únicamente pueden investigarse conductas previamente establecidas en la ley como delitos y con las debidas garantías procesales, por una judicatura independiente, de ahí el asco que nos produce ver a algunos jueces y magistrados haciendo politiquería.

Siendo muy joven le ayudé a un preso y éste me dijo: doctor, yo estoy muy agradecido con usted y, como no tengo como pagarle, le voy a dar un consejo, para que lo tenga en cuenta toda su vida: “Bandido es bandido, puta es puta y policía y es policía” y yo le contesté y médico es médico y abogado es abogado y él me replicó, algo molesto: “…no me lo vuelva guasa doctor. Le explico: ¿Usted sabe que es un bandido? Un bandido es un sinvergüenza, un ser sin principios ni valores de ninguna naturaleza, alguien a quien la policía persigue sin cuartel y usted, por ejemplo, le da abrigo en su casa y les gira dinero a su mujer y a sus hijos para que no pasen hambre, pero cuando usted se tiene que ausentar de su hogar, por cualquier razón, éste bandido, que siempre maneja la doble y que se decía su amigo, aprovechará la oportunidad y le violará a su mujer o a su hija, le robará la pistola y el dinero que tenía escondidos en el closet y cuando usted, finalmente, se percate de que es un pedazo de porquería, se dará cuenta, adicionalmente, de que ese malandro, estaba planeando, con algún combo, el secuestro de uno de sus hijos o de cualquier otro familiar suyo.” Y ello me sirvió, pues si estoy convencido que una persona es un verdadero bandido y de esa calaña no lo defiendo, porque lo menos que me puede pasar es que para no pagarme mis honorarios o para que no revele lo que me confió para adelantar su defensa, prefiera, más bien, mandarme a matar, como que es un hecho notorio que la mayoría de los abogados que le han trabajado a la mafia, con contadas excepciones, están enterrados. Moraleja: ¡Con bandidos no se negocia!

En cuanto a abogados de la mafia hay que distinguir entre los que trabajan como abogados simplemente y, como es obvio, actuado siempre apegados a la Ley y al derecho y los que trabajan como consulente criminale (consiglieri), quienes además de defender a sus clientes, los instruyen para que estos refinen su accionar criminal. Los primeros, únicamente en Colombia, se desprestigian pronto, los segundos se mueren o se enriquecen, en cualquier parte del mundo.

Hay otros abogados penalistas más ruines y miserables que los denominados consiglieri, son aquellos “defensores” “…que reciben de los acusados cantidades de dinero para pagarles sus defensas y sin embargo los dejan casi abandonados e indefensos, cometiendo con ellos una estafa de las peores condiciones, porque se hace víctimas a unos prisioneros a quienes no sólo se les quita lo que es suyo, sino que se les deja en el peligro de ser condenados, lo que tienen un valor infinito sobre el precio de lo estafado en dinero, porque el bien que pierden no lo reconquistarán a ningún precio…” (AJA)

“…En el escenario judicial hemos visto una cantidad de procesos que se adelantan por investigadores y juzgadores que han llevado de manera mediática la imputación de cargos contra los procesados, muchas de ellas con fundamento en indicios que no corresponden con la realidad o que van siendo desvirtuados, con el paso de los días, y a través de verdades consignadas por actores directos que no habían podido entregar con solvencia sus testimonios, lo cual deja entrever que hubo falsos testimonios y calumnias previas que llevaron a los investigadores a unos indicios falsos que finalmente los condujeron a conclusiones erradas y que ahora están enmendando después de conocer la verdad.” Como lo sostuvo recientemente el doctor Balmore González Mira.

No podemos dejar de mencionar tampoco a otro penalista despreciable, al denominado acusador particular, pues como bien lo sostenía mi abuelo, el doctor Agustín Jaramillo Arango, en su obra Injusticias de la Justicia, “…Tengo la idea de haber demostrado que todo acusador particular obra o por venganza o por interés. Además los hechos brillan con claridad deslumbradora: No hay otra razón que justifique la acusación particular. De donde se deduce que una sociedad cristina y justa, no puede consagrar en sus instituciones la que como esta vive de un interés mezquino y dañoso, o de una pasión vengadora e indigna.”

Valoremos y resaltemos, más bien, la labor de los fiscales que prefieren acusar prontamente que dilatar, dilatar y dilatar investigaciones y medidas de aseguramiento, permitiendo que los expedientes duerman el sueño de los injustos por años, a la vez que debemos aplaudir igualmente la abnegada labor de nuestros abogados penalistas, la de aquellos que, cada día, luchan y se desviven por obtener la libertad de sus prohijados, en cuya inocencia confían y rechacemos a aquellos abogados que desprestigian socialmente a nuestros colegas por envidia o ignorancia o persiguiendo quién sabe que oscuros intereses.

Uno de los mejores filósofos, penalistas y tratadistas de la disciplina punitiva en Latinoamérica y en el mundo, es el doctor Juan Fernández Carrasquilla y así varios países lo han reconocido, pero cuando era juez superior, funcionarios envidiosos y resentidos no quisieron reelegirlo para impedir que llegara a ocupar el cargo de magistrado de la Corte Suprema de Justicia, truncado así una carrera judicial limpia y brillante, lo cual han hecho también con otros magistrados de las salas penales de los tribunales, quienes, como el doctor Fernández Carrasquilla, hubieran enaltecido e iluminado con su sapiencia a esa alta corporación, pero esos tinterillos emprendieron una campaña de desprestigio sin fundamento serio alguno, como la que actualmente adelantan algunos abogados, por prensa y medios, contra otros penalistas de la ciudad de Bogotá, por haber asumido, a luz del día, la defensa de cuestionados personajes,como igualmente lo hizo el doctor Fernández Carrasquilla, cuando asumió la defensa técnica de los Rodríguez Orejuela y sin embargo nada dijeron esos personajillos, de doble moral, sobre el abogado español, perteneciente a la nobleza por cierto, que asumió la defensa, en España, de Jorge Luis Ochoa, ni sobre el ejercicio vergonzante que algunos de esos críticos hacían, cuando contrataban defensas y elaboraban memoriales para que otros abogados de menor prestigio los firmaran y llevaran la representación de sus clientes frente al común, lo que les permitía poder seguir posando de adalides de la moral y de la ética. !Flaco servicio le prestan a la justicia, esos críticos!