La prensa y sus crónicas criminales

En los periódicos colombianos la crónica criminal se escribe en un dialecto propio. Es un dialecto pomposo, confuso, semi-analfabeto, y feo. Donde la noticia clama por simplicidad y claridad, la crónica ofrece complejidad y niebla. Dada la verborrea prodigiosa de este papiamento, pareciera que a los periodistas se les pagara por sílaba.

Así, los criminales no van en taxi, sino que se movilizan en un vehículo automotor público tipo taxi. Los asesinos no les disparan a sus víctimas, les propinan varios impactos con arma de fuego. Tampoco las apuñalan (no, esto sería demasiado simple), les propinan varias lesiones con arma cortopunzante. Los heridos no son llevados al hospital, los lesionados son trasladados a un centro asistencial. El uso de lesionados da una indicación de que quienes escriben saben más de fútbol que de literatura. Una vez en el hospital, los lesionados no son operados, sino que son sometidos a un procedimiento quirúrgico. ¿Por qué usar cinco palabras para decir lo que basta con una? Si las víctimas mueren, no se habla de cadáveres, solo de cuerpos sin vida.

Ya no hay asaltantes sino individuos que viven de la actividad ilícita del hurto a personas en la modalidad de fleteo. Tampoco hay prostitutas, sino mujeres en ejercicio de la prostitución. Los ladrones no se escapan, se dan a la fuga, y cuando se les captura no se les encarcela, sino que son trasladados a un centro de reclusión tipo cárcel, en la cual no están presos sino privados de la libertad. La información obtenida no es según la policía, sino de acuerdo a las informaciones proporcionadas por los uniformados.

Esta verborrea denota una obesidad de pensamiento. Para el lector, representa una carga cognitiva. ¿Qué más podemos decir de estos periodistas? ¿Qué fracasan tristemente en su empeño informativo? ¿Qué en vez de reportar el crimen con claridad, simplicidad y elegancia, cometen un crimen ellos mismos, el del asesinato, en cámara lenta, del castellano?