La democracia son votos limpios y los sucios tiranía

Sir Winston Churchill, uno de los mejores gobernantes de la historia, solía decir que la democracia “Es el menos malo de los sistemas políticos” y aún que la democracia “Es la necesidad de doblegarse, de vez en cuando, a las opiniones de los demás” y la historia lo confirma.

La democracia no es otra cosa que el gobierno de pueblo, que es él puede elegir, a través del voto libre y secreto, el sistema de gobierno que más le convenga y a los gobernantes que deberán promoverlo y defenderlo. En una palabra, la democracia en los pueblos prósperos (Dinamarca, Noruega, Suecia, Alemania, Finlandia, Inglaterra, España, Portugal, Francia, etc.) es el resultado de procesos electorales con votos limpios, pero la democracia en los estados totalitarios o en los subdesarrollados, con hambre y  miseria, es el resultado de procesos electorales con votos sucios, con votos comprados, con dineros de narcotráfico o de la corrupción pública y privada, con votos amenazados y ello se da hasta que estos, los votos sucios estén  próximos a desplazar a los votos limpios y, en ese momento, el pueblo, como sucedió en Colombia y ello desde la elección popular de alcaldes, dejó de gobernar y asumió entonces el poder de facto,una mafia (el clientelismo), un régimen corrupto y corruptor; si, el régimen al que se refería el doctor Álvaro Gómez Hurtado, régimen  o sistema clientelista que se roba todo lo que encuentra en su camino y que pervierte a las instituciones, a la vez que controla los votos sucios  y cuando esos votos sucios superen finalmente a los votos limpios, por un amplio margen y estamos muy cerca de que eso suceda, el pueblo ya no podrá votar libremente más nunca, como dicen en la costa y, por lo tanto, la democracia ascenderá  a los cielos y la que regirá los destinos de pueblo, será una tiranía salvaje de psicópatas y depredadores resentidos, de la que nadie puede liberarse, regida por una bandola de malandros, que sumirá al país en la miseria más espantosa, como en Cuba, Nicaragua y Venezuela, países en que las elecciones no existen y las que se llevan a cabo son un fraude, son sucias, son sangrientas, no son limpias, son un teatro o una farsa del tirano vandálico.

Votos limpios, son los que nacen del corazón, de la conciencia de los ciudadanos responsables, de los ciudadanos de bien, de quienes votan por los mejores candidatos, por los más capaces, por los más honestos, con miras a que estos coadyuven a la construcción de un país mejor para todos y votos sucios son los de aquellos que venden su voto a los mafiosos de izquierda o de derecha, o los de algunos banqueros y comerciantes, que les facilitan dineros sucios a los corruptos, para que asciendan a posiciones de poder desde las que puedan coadyuvarles a enriquecerse ilícitamente o a robarse la comida de los niños pobres, los recursos para la salud o la infraestructura o, en una palabra, a entrarle a saco a la cosa pública o, aún más, a disfrutar de toda suerte de privilegios y de excepciones odiosas.

Con otras palabras, nuestro sistema constitucional de pesos y de contrapesos fracasó rotundamente, pues ese régimen corrupto (la rama legislativa, la judicial y la ejecutiva ─ hay excepciones honrosas─), cooptaron a los organismos de control─ a la Procuraduría, a la Contraloría y a la Fiscalía─ y viceversa.  Para nadie es un secreto que el Congreso de la República, con muy contadas excepciones, está integrado por malandros de todos los pelambres y que estos eligen algunos jueces de las altas cortes y lo grave de ello es que «bandido solo elige bandido» y luego el procurador, el contralor y el fiscal terminan influyendo en la elección de los magistrados de las demás cortes, pagando los favores burocráticos que se les hacen con otros de la misma naturaleza, hasta llegar al ejecutivo estafador que es el que se hace elegir enarbolando banderas falsas o engañando a los electores, para obtener el favor popular en las urnas, como Santos, conducta que no es propia de un Nobel sino de un delincuente de la peor calaña, de un malandro estafador.

Es cierto que nuestro sistema democrático tiene muchas fallas como que se viene debilitando, de mala fe, a la fuerza pública y corrompiendo a los estudiantes, ello por parte de los educadores de Fecode, quienes apenas si trabajan un poco más de tres meses al año, pero lo más grave es que no educan a los discentes sino que los forman en el salvajismo y en el odio de clases, al punto de convertir dizque  en literatura un pasquín inmundo del senador Cepeda criticando a Uribe, pero lamentablemente el Estado no hacer nada por defender nuestra democracia, ni por defender el voto que la soporta y mucho menos los valores, como ya lo están haciendo las americanos en la Florida, enseñándoles y demostrándoles a los niños ciomo los mal llamados ciudadanos cubanos, los presos cubanos diría yo, viven como animales y en medio de la pobreza más aterradora en la isla tugurio, en la isla pirata del terror.

Es cierto que muchos colombianos pasan trabajos en este país, pero nunca sufren como lo hacen los nicaragüenses, cubanos y venezolanos en sus países, al punto de que el nuevo presidente chileno, Gabriel Boric Font, un hombre de izquierda, a quien acusan de ser parte de la primera línea de salvajes que quemó el metro de Santiago, en beneficio de los chinos, expresó públicamente su decepción con Nicaragua, a la vez que expresó: “Venezuela es una experiencia que … ha fracasado y la principal demostración de su fracaso son los seis millones de venezolanos en diáspora” y no podemos olvidar que de esos seis millones de venezolanos, unos dos millones de ellos fueron acogidos por nuestra economía, una de las más fuertes de la América Latina, hasta que llegue Petro, el que todo lo destruye, el que todo lo pudre, el sembrador de miseria, hambre y odio.

Cuando introduzca su voto por Petro, le garantizo que puede decir: esta es la última vez que mi familia vuelve sufragar, en lo que le reste de vida y si quieren entender el porqué, les recomiendo leer la excelente columna del doctor Eduardo Verano de la Rosa, cuyo enlace les copio a continuación: https://www.larepublica.co/analisis/eduardo-verano-de-la-rosa-500119/karl-popper-y-el-liberalismo-3296257