No veo la luz al otro lado del túnel
La situación del país es caótica. La justicia no funciona, al punto de que algunos fiscales les piden a los policías que incumplan sus funciones, que no les pongan a disposición más delincuentes, porque no tienen donde guardarlos siquiera (es un hecho que no hay cárceles), pues pareciera que, para algunos de esos fiscales, la pandemia les concede patente de corso a los malandros.
Si alguien se roba un celular, a algunos fiscales, al parecer, no les importa y prefieren dejar al ladrón libre, pues, les debe parecer que el hurto de un celular es un hurto famélico, sin que tampoco les importe, creo yo, si ese ladronzuelo asesinó o no a alguien para obtenerlo. La rama está desmoralizada y sumida en un caos, por decir lo menos y prueba de ello es que el ultimo ladrón de un sitp privado de su libertad esta semana, había sido “… capturado en el 2020 “en ocho oportunidades, en flagrancia, por delitos como hurto a personas, robo de bicicletas y porte ilegal de armas y “porque recientemente golpeó sin compasión a un taxista que se resistió a un atraco.”
No se trata de fustigar a la fiscalía, pues esta apenas es parte del problema. El problema es que es que vivimos en un narco Estado, donde nadie hace nada, ni quiere hacer nada, para resolver las problemáticas de corrupción y de inseguridad que nos asfixian y que nos tienen a todos revolcados en una porqueriza. ¿Deberíamos matar a ese delincuente para que otros puedan vivir mejor, como se lo dijo el exmagistrado Carlos Gaviria Díaz a Luis Carlos Restrepo Ramírez, en escandaloso vídeo que circula por redes?
El congreso se llenó de bandidos, interesados primordialmente en defender sus propios intereses económicos o los de otros países, la justicia se politizó y se volvió amenazante y sus resultados, en términos generales, son deprimentes; al punto de que no exageramos si afirmarnos que no hay justicia, pues es un hecho que se deniega abiertamente este servicio público, sobre todo en lo penal. Es un hecho que las denuncias no avanzan, perecen en los anaqueles; padecemos procesos con diez o 30 años que no han sido resueltos. Las horrorosas normas de descongestión en lo civil que ya pasaron y la pandemia, frenaron y corrompieron aún más al tren de la justicia.
Nuestro sistema carcelario es un asco y el presidente no fue capaz de coger el toro por los cachos y acabar con esos centros promotores del delito que no resocializan al interno sino que lo corrompen aún más y lo torturan, no obstante el respaldo que le brindó la Corte Constitucional. Le abonamos, al presidente, sus esfuerzos por solucionar los problemas de la pandemia y le reconocemos sus logros en cuanto a obras públicas se refiere, pero nos parece terrible que le dedique tiempo a atender las intrigas de unos pocos banqueros, politiqueros, comerciantes e industriales, a quienes poco o nada les importa la suerte del país, en vez de pensar en las necesidades de los que de todo carecen.
Vivimos en un narco Estado donde los funcionarios públicos no quieren trabajar y si alguien lo quiere hacer, como el policía con el ladrón del celular, lo amenazan o lo despiden. Un narco Estado en el cual nadie busca soluciones, ni los que pueden adoptarlas escuchan siquiera las que se les proponen. Por ejemplo: ¿por qué no reunir, con la colaboración de las universidades, a la rama judicial, sin excepción alguna y a los abogados para que propongan soluciones, a los gravísimos problemas que afronta la rama judicial? ¿Por qué no crear colonias agrícolas con particulares para poner a los presos a trabajar, bien sembrando aguacates, café o banano y acabar de tajo con el hacinamiento carcelario? ¿Por qué no crear otras industrias carcelarias para que los internos puedan trabajar? ¿Por qué no hacer cumplir a toda costa la ley como lo hacen los norteamericanos, con su famoso law enforcement?
La ley es letra muerta. Nadie piensa en el país. Los partidos políticos y muchos industriales y comerciantes quieren candidatos bandidos que mantengan este estado caótico de cosas, para poder seguir desangrando al Estado y todo ello mientras la violencia asola campos y ciudades, al punto que estamos peor que cuando Uribe inició su primer gobierno, pues hasta allá llegó el reversazo de Santos, sin que se avizoren soluciones, para esa grave problemática. ¡Sin seguridad nada puede funcionar! ¿Por qué no crear grupos de seguridad y de apoyo a la policía y al ejército, en campos y ciudades? ¿Por qué no permitir la creación de grupos privados de seguridad que acompañen a los viajeros en las vías o grupos armados que garanticen la seguridad de una vía, de un barrio o de una cuadra?
Para solucionar esas problemáticas nos tenemos que unir alrededor de un líder, que no puede ser Gustavo Petro Urrego, pues este NO es un demócrata, pues, por el contrario, Petro es un aguerrido defensor de las tiranías cubana, nicaragüense y venezolana y de la violencia que esos Estados promueven contra sus pueblos y porque, ante todo, es un defensor del absolutamente fracasado y sucio modelo comunista caribeño, el que él quiere implantar, a las patadas, en Colombia y porque todos sus comentarios destilan odio y porque él no va a expropiar absolutamente nada, nos va a robar todo lo que pueda, pues los comunistas no indemnizan a nadie.
No puede serlo tampoco un candidato de centro, porque ya estamos mamados de Duque y porque Fajardo, el tibio, no es un hombre honesto y además porque los descaracterizados, como él, nunca han gobernado bien; se recordará que tanto su alcaldía, como su gobernación fueron unos verdaderos desastres, donde se pactó hasta con los delincuentes (donbernabilidad) y los problemas que nos legó no los hemos podido superar, pues fueron billones los que despilfarró de la cosa pública, para promover sus cachumbos y no su cerebro, sin que podamos olvidar que hay serias denuncias contra él, que no se han investigado siquiera y mucho menos olvidar que fue él quien dio al traste con epm, pues fue él quien le entregó esas empresas al GEA, para que festinara con ellas.
Tampoco puede serlo uno de extrema derecha, porque los liberales no podemos permitir ninguna forma de dictadura, porque las dictaduras acaban con las libertades e imponen dogmas y el ser liberal nos hace rechazar esos dogmas; así las dictaduras de derecha, como la de Singuapur, le hubiere demostrado plenamente al mundo, que fusilando a los ladrones de la cosa pública y educando a su pueblo, como igualmente lo hacen los chinos, un país sale adelante, se desarrolla y mejora indudablemente el nivel de vida de sus ciudadanos; pero dictadura inmunda es dictadura inmunda y no democracia, aquí o en Cafarnaúm.
En Colombia, los liberales y los conservadores, necesitamos un demócrata que nos garantice un “sistema político que defiende la soberanía del pueblo y los derechos de ese pueblo a elegir y a controlar a sus gobernantes” y no a unos tiranos cínicos y burleteros como el cubano, el nicaragüense o el venezolano, quienes tienen a sus pueblos esculcando canecas y cultivando ratas, para calmar el hambre y mucho menos a un estafador, igualmente burletero, como Santos, quien se ríe de las decisiones populares expresadas en las urnas y que despoja a los electores de sus votos con falsas promesas y con mentiras, las que firma en piedras.
Los colombianos necesitamos gobernantes y no estafadores. No queremos más estafadores que nos engañen asegurándonos que van a hacer las cosas que queremos que se hagan y una vez que los elegimos proceden a hacer todo lo contrario, pues eso es una estafa y una forma de defecarse en la democracia, la que desprecian y persiguen estos bandidos. Urge legislar sobre el particular.
En esas conductas, desleales para sus contrincantes políticos y para con sus electores, incurrieron Santos y pinturita, el primero asegurándonos que continuaría como Uribe combatiendo a la subversión y al narcotráfico y lo que hizo, fue todo lo contrario, lo que hizo fue fortalecer a la subversión, al punto de llevar al congreso a los asesinos del pueblo colombiano, sin importarle si estaban o no incursos en delitos de lesa humanidad y de paso, al dejar de fumigar los cultivos ilícitos, logró su crecimiento desmesurado y la producción de coca y, por lo tanto, es el responsable de toda la violencia que ello nos ha traído y de la que falta por venir y el segundo, pinturita, posando de honesto y asegurándoles a sus electores que era independiente y que no sería él sino una firma cazatalentos la que designaría al nuevo gerente de epm, logró la victoria en las urnas y resultó que engañó a sus electores, pues de honesto no tenía ni tiene un pelo, como se desprende del roscograma de contratistas politiqueros, parientes y amigos a los que vinculó a la alcaldía y porque nombró a dedo al gerente de epm para comerse el queso él solo y de independiente tampoco tenía ni tiene nada, pues se trata como bien lo dijo el doctor Juan Gómez Martínez, de un“… candidato que ha pasado por todos los grupos políticos, buscando siempre su propio beneficio…”; de un saltimbanqui politiquero, de un hombre impredecible, quien ayer estaba con Santos, luego con Petro, hoy con Gaviria y mañana no sabemos quién será su mejor postor, es todo un Roy Barreras pero loco. Lo cierto es que debemos intentar revocarle el mandato, como nos lo sugiere el doctor Juan y fijarnos, para lo porvenir, el propósito de no seguir entregándole el manejo de la ciudad a un desconocido o a un candidato de un grupo de deshonestos, pues necesitamos servidores públicos éticos prevalidos del deseo de servirle a la comunidad únicamente.
Coletilla 1.- Este estado de cosas desestimula la inversión extranjera y promueve y en que forma la fuga de capitales.
Coletilla 2.- EPM es de todos y por ello es urgente modificar las normas que haya que modificar, para evitar, dada la importancia energética de esas empresas para Antioquia y para el país, que cualquier alcalde que sea elegido pueda cambiar al gerente y a la junta directiva de epm como le venga en gana, al extremo de poder designar como gerente a un títere suyo, para poderlas utilizar como caja menor de una campaña política. Los signos de corrupción son notorios, señor Presidente, y usted debe hacer algo, pues EPM necesita en su gerencia a un hombre grande que la defienda de la corrupción, como un Carlos Enrique Moreno Mejía o un Luis Fernando Rico Pinzón, quien lo hizo muy bien en Isagén, personajes quienes no se aguantarían un minuto siquiera a pinturita y lo tiene que imponer usted mismo presidente, con carácter, para evitar que llegue otro manteco a acabar con epm, con el patrimonio de todos. Recuerde presidente que el arte de gobernar es el arte de saberse asesorar y a mal asesorado que está pinturita y, lo más grave, el patrimonio de todos está en riesgo.
José León Jaramillo Jaramillo es abogado litigante, reconocido columnista de opinión . Además, ha ocupado importantes cargos en los sectores público y privado, como que fue procurador general de la nación (e). Leer más.