Las manifestaciones populares en Cuba y en Colombia son absolutamente diferentes

Como abogado siempre he defendido las actividades sindicales productivas y como es obvio las protestas pacíficas. Como colombiano me duelen el hambre y la miseria que golpean a muchos de nuestros compatriotas y más ahora, en estos duros tiempos de pandemia.

Hambre y miseria debidas, en buena parte también, a la corrupción que se roba más 50 billones de pesos al año, pues lamentablemente a nuestra mediocre, inculta y corrupta clase política, no le interesan los problemas de las clases menos favorecidas, ni servirle a nadie ─ salvo a sus cómplices─ sino servirse ella misma del patrimonio y de los recursos públicos de todos los colombianos y, lo más triste aùn, de los recursos destinados a los más pobres; pero hay algo muy preocupante y es que las ramas ejecutiva y judicial también están altamente politizadas, estamos llegando a un partido único, como en Cuba, al de la corrupción, partido de inmorales al que Álvaro Gómez Hurtado llamaba el régimen.

Entiendo y apoyo las marchas pacíficas y todos los esfuerzos por construir un país mejor y por ello como el Colibry, de la fábula a la que se refirió Elbacé Restrepo, que aportaba una gota de agua, en cada vuelo, para apagar un incendio y con algunos amigos tratamos de rescatar, de la manos inmundas de la corrupción, a la Universidad de Medellín para reintégrasela a la comunidad a la que le pertenece y de vez en cuando coadyuvo, así sea con una columna, para que esa misma comunidad no pierda a epm y sobre todo, para que no se les incrementen las tarifas de los servicios públicos a las clases menos favorecidas por la fortuna, para enriquecer a contratistas y a políticos deshonestos.

Rechazo no a los marchantes pacíficos, pues me identifico con muchas de sus peticiones y banderas, rechazo sí y con asco a las bestias salvajes, a las denominadas primeras líneas de vándalos y criminales y rechazo igualmente a los promotores del paro. Los primeros se caracterizan por atacar a los policías sin razón y por vandalizar todo lo que encuentren a su paso y los segundos, con la ayuda de los primeros, por dedicarse a realizar bloqueos criminales en las vías, para sitiar por hambre a las ciudades y para destruir a la economía nacional, con la esperanza de tomarse el poder para esclavizar al pueblo, siguiendo instrucciones del comunismo castrista, como los hicieron los comunistas cubanos, los venezolanos y los nicaragüenses, quienes usurparon el poder y gobiernan con la violencia y la represión más salvajes y sin justicia alguna, pues todos los poderes se reúnen en un solo burro o dictador. Rechazo a todos los que gritan “Arriba la violencia y abajo la inteligencia.”

En 1959, cuando yo tenía unos 6 años, hoy tengo 68, Fidel Castro logró derrocar a Batista y con engaños y mentiras ─a lo Juan Manuel Santos─, que es el arma de los comunistas para atrapar idiotas, logró implantar el comunismo en la isla y acabar a lo Petro o a lo Chaves con toda la economía nacional. Acabo con las industrias, con el empleo y con todas las libertades y Cuba dejó de ser uno de los países más desarrollados y pujantes de la América latina, para convertirse en gran tugurio y en una cueva de piratas caribeños.

Hoy la infraestructura de la isla se cae a pedazos, la gente se está muriendo de hambre y de distintas enfermedades por falta de medicinas; no hay empleo e industrias y al que protesta lo asesinan, pues no hay sino un solo partido político el de los comunistas.

Los marchantes en Colombia van bien vestidos, llevan tambores, comparsas, trajes típicos, pancartas, bombas de colores y una horda de salvajes armados y bien protegidos, que se hacen llamar primera línea, la que tiene como misión, atacar a la policía, destruir los cajeros automáticos, las estaciones de policia, los medios de transporte, saquear almacenes y, en una palabra, destruir todo lo que encuentre a su paso. Son los encargados de fortalecerse para imponernos el terrorismo urbano santista.

Nuestra policía solo actúa contra ellos cuando atacan a inocentes desarmados, vandalizan negocios o agreden a sus agentes con la ayuda de las guerrillas castristas. Los daños de los vándalos, incluidos los causados por los bandidos del comité de paro, superan, hoy en día, los 11 billones de pesos y por ello tenemos menos empleo y más hambre. En Cuba no hay nada que destruir, pues ya los comunistas lo destruyeron todo.

En Cuba se llora, no hay primeras líneas, no hay cascos, ni palos, ni comparsas de colores, ni los tambores de Fecode o de la Universidad Nacional, retumban por sus calles, nadie les reparte comida ni les suministra dinero a los marchantes, como si los suministran en Colombia a los vándalos de la primera línea y por millones, porque esa organización de salvajes en Cuba no existe. Tampoco hay policías con cascos, al que empieza a gritar lo asesinan y punto.

En lo videos solo se ve en las calles a un pueblo muy pobre, mal vestido y muy asustado. Todos de pantalón corto, franela y chancletas viejas gritando “Patria y Vida” y “No tenemos miedo”; claro que tiene miedo porque Castro es basura , un asesino de miedo, quien ya empezó, como buen estalinista a masacrar a los protestantes, con todos los métodos de la mafia. En la Cuba no hay daños ni pérdidas, ni un cajero vandalizado, ni un policía herido siquiera, solamente hay muertos, hambre dolor y represión. Por Dios, miren los videos.

Y la cereza del pastel es que lamentablemente no hay nada que hacer, pues como lo aseguraba Regis Debray será imposible que una contrarrevolución triunfe, porque esos aparatos represivos violentos del Estado, manifestados en sus formas de inteligencia, Ejército, Policía y sicarios, estarán allí predeterminados para impedirlo.

Solo usted puede liberar a Cuba, Venezuela y Colombia del yugo criminal de los Castros, haciendo algo por paralizar a los vándalos y rechazar a los comunistas, a los que se precian de acoger todas las formas de lucha, para que no sigan incrementando el poder de los Castros en latinoamerica.

¡Dios salve a Colombia!

Coletilla 1. Como es posible que una juez de la república le asigne casa por cárcel a una mujer sindicada de secuestro, tortura y asesinato de un agente de la policía nacional, que nada les estaba haciendo y que lamentablemente, para él, cayó en un retén de salvajes controlado por esa bestia. ¿Lo hizo por qué es una juez gramsciana? Si la respuesta es afirmativa ello sería gravísimo, porque esos jueces son los que desprecian la constitución y la ley, para sustituirlas por su ideología subversiva, ósea que lo que hizo fue aplaudir ese asesinato y si lo hizo por miedo del combo de malandros que maneja la asegurada. Se debió haber declarado impedía y renunciar a su cargo.

Coletilla 2.  “El príncipe no solo debe ser respetado sino temido”, pues cuando los ciudadanos se burlan y no respetan a la policía, ni a los jueces, ni a la constitución ni a la ley, como Petro, Bolívar o los criminales de la primera linea inhumana estamos perdidos. Solo el convencimiento de que los actos ilícitos serán penados irremediablemente, se convierte en factor disuasivo de la criminalidad. Yo no propongo que se toque siquiera a ningún marchante, pero al hampa armada que ataca policías, personas y bienes se le debe reprimir con dureza.

Coletilla 3.  Gobernador, alcalde: Hay hambre por la pandemia y por los daños causados a la economía por los vándalos comunistas. Ningún colombiano tiene porque pasar hambre. Hay que abrir comedores comunitarios en los barrios populares de todo el país. Recordemos la gran labor que adelantó María Ema Mejía Vélez hasta que, según dicen algunos, el ex presidente Gaviria la hizo renunciar, al desviarle para otros fines los multimillonarios recursos internacionales que ella consiguió para calmar el hambre en los barrios populares de Medellín, pues no encontró apoyo en el Estado para ese nobilísimo fin. En esos barrios populares debe haber igualmente centros de salud gratuitos atendidos, entre otros profesionales, por médicos jóvenes a quienes se les debe permitir hacer su año rural en ellos.

Soluciones hay miles, lo que falta es el ánimo de trabajar por el país con el único interés de servir, pues el egoísmo y la ambición de algunos, que se enriquecen con cosechas ajenas, nos destruyen.