¿Para dónde va la UdeA?

Los planes son inútiles, pero planear es indispensable”-Dwight Eisenhower   

Sagaces palabras del hombre que planeó la operación anfibia más grande de la historia, la invasión a Normandía, durante la segunda guerra mundial. Los planes son inútiles porque, al primer disparo, la situación cambia profundamente.

¡El enemigo también tiene planes! Pero al planear, si se ha hecho bien, se han obtenido y organizado recursos e información que pueden decidir la batalla. Es por eso por lo que me interesé profundamente cuando encontré el plan de desarrollo de la UdeA (2017-2027). Nada nos da un entendimiento más claro de la visión que la universidad tiene de sí misma y de su misión, que su plan de desarrollo.

Debo confesar que abordé el tema con cierto escepticismo. Mi anterior visita a la UdeA, descrita en una anterior columna (“El Túnel del Tiempo”), me había dejado con la impresión de una universidad estancada. Pero me empeñé en estudiar el plan objetivamente. Me enfoqué inicialmente en el plan del presente cuatrienio (2021-2024). ¿Cómo comienza a presentar este plan el rector? Sería una perogrullada empezar diciendo que la universidad debe estudiar los graves problemas nacionales para encontrar soluciones. Pero esto es precisamente lo que dice, con muchas y rebuscadas palabras:

“..En momentos como el que atraviesa la humanidad en la actualidad, debido a la pandemia por la covid-19 y a diversas problemáticas sociales, políticas, económicas y ambientales, algunas de las cuales se han profundizado en nuestro país, se pone de manifiesto la necesidad de perseverar en la búsqueda de mecanismos y condiciones que nos ayuden a entender lo que nos pasa y nos brinden información de valor para proponer y gestionar soluciones inteligentes y colaborativas ante los influjos sobrevinientes.”  

Esto me desinfló un poco. Si el primer párrafo es tan mediocre, ¿qué razón hay para leer el segundo? Pero perseveré, y decidí buscar el enfoque del plan principal de desarrollo. Para mi sorpresa, descubrí que el plan tiene tres focos. Uno de ellos es el Enfoque Territorial: “…el cual se compromete con un enfoque territorial que oriente sus funciones misionales y contribuya a renovar las acciones de regionalización e internacionalización, al reconocer la interacción diferencial de los contextos geográficos en los que participa. Teniendo en cuenta la polisemia del concepto territorio en el ámbito académico y político, el Plan propone entenderlo desde una perspectiva multiescalar; crítica y reflexiva, que va más allá de su uso habitual…”

Quien se sumerja en este sancocho de palabras, tiene bien merecida la indigestión que sin duda llegará. Pero quizás me excedo en mis críticas. Tal vez los otros enfoques son más claros. Así me enteré de que el Enfoque Diferencial: “…retoma, del giro ontológico, el atributo político como imperativo de lo relacional. Por ello, se enfatiza de la voz de la heterogeneidad universitaria hacia la pluriversalidad…” ¿Mencioné que el plan tiene cerca de 25.000 palabras?

Así estamos. La vieja nave, con su casco fuertemente inclinado hacia la izquierda (escorando a babor, como dirían los marinos) dejó su último puerto en el 2017. Con su plan de desarrollo como carta de navegación sin norte; con sus 25.000 palabras, verbosidad macondiana, tres enfoques, veintiséis principios, veintisiete objetivos y sesenta referencias; capitaneada por un rector que será cambiado tan pronto lo permitan las reglas de la francachela burocrática; zarandeada como un corcho por los cuatro vientos que azotan al país (la violencia, la pobreza, la corrupción, y el cambio climático); navega hacia…¿quién diablos lo sabe?. Confío en que allí llegará en cinco años.