Carta informando sobre una visita al filósofo de Envigado

A los que admiran la obra magistral del maestro Fernando González Ochoa, les transcribo, a continuación, una carta de mi padre, Agustín Jaramillo Londoño, dirigida a mi tío materno, Jacinto Jaramillo Jaramillo, gran admirador y amigo del maestro, a quien le cuenta de la visita que aquel le hizo a este último el 17 de junio de 1954, hace ya 68 años. La carta para mi tiene importancia en cuanto refleja los valores morales del maestro, los que, como sociedad, nos corresponde rescatar.

Medellín, junio 17/54

Señor Don

JACINTO JARAMILLO JARAMILLO

Bogotá

Muy querido hermano:

Ayer visité a Fernando González. Cuando llegué a su casa de Envigado eran las seis de la tarde, de una tarde muy cristalina y serena, como que era el remate de medio día de lluvias con sol. Yo iba con miedo. En el corredor del frente de la casita blanca de estilo español, estaban Fernando y “Berenguela”, sentados en una banca como de capilla. Se levantaron para recibirme, curiosos.

-Yo conocí a su papa…, dice Fernando, – era muy grande e inteligente… y ¡cantaba!. Al decir “cantaba”, se le ilumina el rostro antes muy serio y como preocupado; se le ilumina en resplandores y aparecen unos dientes de muchacho. Yo no observé mucho su cuerpo y solo podría decir que caminaba lentamente y un poco agachado; pero si no podía dejar de mirar su cabeza. ¡Qué cabeza! Parece un bombillo muy grande atornillado en la nuca. A los lados dos orejas grandes cuadradas como hechas por un carpintero de Envigado. ¡Los ojos son los mismos de Bolívar! Sólo cuando ríe, que se sonríe toda la cabeza, los ojos son de diablillo cojuelo. De la parte de arriba del bombillo, de la parte redonda, sale el pelo muy blanco como si el bombillo estuviera echando humo.

Yo fui compañero de su papá (1) cuando estudiábamos derecho en la universidad (2). Antes la universidad era muy distinta. Los profesores eran hombres. De sombrero de pelo y de casaca larga…Un poco mas ignorantes pero mucho más sabios …de sabiduría.

Me habló de los profesores, uno por uno, del que traducía mal las sentencias latinas, del que se orinaba en la clase; del que murió de una patada que una vaca le dio en los testículos. Luego me habló de cuando mi papa (3) era alcalde de Medellín, y, haciendo evocaciones, sonriente, me dijo: Y era poeta. Era poeta.

¿Pero malo?

No es que en esa época todos aprendían poesía con los jesuitas. Como Gonzalo Restrepo Jaramillo, discípulo de los jesuitas. Le ponían mucho más cuidado a la forma que al fondo. Y era todo muy medido, muy cuidado, la rima, el ritmo, etc. A mi me gustan mucho más esos muchachos de ahora que hacen esos versos cojos. Para que una cosa sea bella, tiene que tener algo feo. ¡Eso es muy bien dicho! A mí me gustan esos versos que van arrastrando un pie…

─ Jacinto Jaramillo me encargó que averiguara cuando viaja Ud., etc.

─ Jacinto! ¿Qué hay de él? ¿Todavía en Europa?

─ Estaba en la Argentina.

─ ¡Ah! En la Argentina.

─ Haciendo esto y lo otro. Ahora lo ha traído el gobierno a hacer esto y lo demás allá.

─ Muy bien…Sí.

La señora de Fernando sale trayendo un gorro de Colorín, como esos que usan los marineros nórdicos. Ella misma se lo pone y Fernando no deja de mirarme. Le queda muy bien el gorro, pero a poco se lo quita y lo empuña en una mano. Sus manos no por eso dejan de ser de predicador y su índice toca la cien a veces, como en los retratos de la revista Antioquia.

─ Lo bueno-dice-debe tener algo malo. Esos hombres rectos como una tapia y que ni fuman ni se toman nunca un trago, ni nada, no me gustan…eso no…

─ ¿Usted viaja muy pronto a Alemania?

─ A Holanda. Vamos por ahí dentro de un mes. Yo tengo que ir primero a Bogotá a posesionarme. He estado con una afección a los brooonquios, a los bronquios …y al hígado. ¿No es cierto que no debo ir a Bogotá hasta que mejore un poco?

─ ! Claro!

─ Cuando vaya a Bogotá, allá busco a Jacinto. Quiero hablar con él antes de viajar a Holanda. Y como todavía me demoro un poco…tengo que revisar tratados comerciales y todo eso…

─ Poco será el comercio de Colombia con Holanda…

─ Sí…pero de allá hay mucha cosa para traer…quesos, tal vez, vacas…! La vaca holandesa es la mejor de mundo! y gallinas y gente! Se puede traer gente de allá.

─ ¿Sí se asimilarán? Parece que los mejores inmigrantes serían los españoles, portugueses e italianos, que no traerían aquí problemas de religión, costumbres, etc.

─ Los alemanes se han asimilado muy bien. Los holandeses son gente muy bonita. Altos, una nariz pequeña, pero bien hecha; bien formada; y no son rubios…: son morenos, moreenos!, y gente muy honrada…muy correcta!

─ Aquí los robarían. Y a ellos les da mucho miedo al trópico.

─ Sí. Aquí los robarían. Y ellos le tienen miedo al trópico. Los europeos quieren viajar todos a Australia o a Canadá. En fin dice que allá la medicina está muy adelantada y que él va a aprovechar para hacerse operar de una piedra que tiene. Luego habla mucho de Holanda, de su pintura, etc.

Cuenta como por la hostilidad reinante en esa época, los holandeses recibieron muy bien a los judíos sefarditas expulsados de España; Explica la influencia de esto en la pintura religiosa que no es de iglesia; pasajes de la Biblia, etc. Cita pintores holandeses como maestros de colorido. Muchos de ellos ven todo en color. -Yo- dice- veo todo en música- Va el índice a la sien y dice: -pero esta música de aquí no es como la música que se toca; por eso la música me angustia; porque yo llevo una música adentro, desarmónica…desvertebrada…pero con la gran armonía de la naturaleza; la música de las quebradas, todos esos ruidos…yo veo todo en música. Por ejemplo, cuando un hombre se roba una naranja de aquel arbolito que él sabe que no le pertenece porque él no sembró el arbolito, no lo abonó, no lo vio crecer y se la roba por mal, siente que su música desafina… hay una nota mala que no es de él,…Eso es lo que se llama robar. Quitar lo que no es de uno.

Aquí por eso roban tanto. Les falta la música interior…Por eso los suramericanos son ladrones…que bella es esa frase de Shakespeare: “¡Se ha perdido la gravedad!” Eso es …eso. El remordimiento. Aquí no hay gravedad. Pierden a una muchachita, corrompen a un joven o a una joven y siguen tan tranquilos. No se les da nada. Son animalitos todavía. Por eso Cristo dijo: “Para entrar en el reino de los cielos hay que volver a nacer”. ¡Eso es! Hay que adquirir la gravedad de que hablan tanto los jesuitas…Ellos la conocen muy bien. Cuando uno hace una cosa mala…siente por dentro que se desafinó algo,…que está herida la belleza y cuando uno tienen gravedad no se queda tranquilo sino que se va y la busca: ¡venga para acá preciosa no se me vaya! ¡Venga linda! Y, perdida la gravedad, se recupera confesando la culpa; este es el secreto de la confesión.

¡Eso es lo más lindo que hay! Y después … a mortificarse, a castigarse.

Pero aquí no hay gravedad…eso es muy triste y grave. Aquí se confiesan por miedo a que se los lleve el diablo…Aquí no hay religión. La religión tiene que ser vivida. Y conste que yo no soy cristiano. Soy católico y creo en el dogma del infierno. Creo en ese segundo preciosísimo de la muerte, en el que uno ve desfilar toda su vida, se adquiere la gravedad…y en el infierno no se sufre y no sería raro que en la infinita bondad de Dios, permitiera salir algún día a los condenados.

─ Esa como que es la teoría del libro IL DIAVOLO, de Papini…

─ ¡Papini! ¡AH!…Ese Papini es un peludo…Ese no…Vea. Retirémonos un poco de la luz, que estos animalitos buscan mucho lo blanco y se me enredan en el pelo. – Retira su silla y muy cortés se empeña en mover también la mía. Luego dice: Tan pronto llueve se llena la casa de esos bichitos. Mire: son de color caoba. Parecen hormigas grandes con alas, pero no pican. Tienen los nidos allá, en aquellos árboles. Mire: forman nubes cerca de las luces. Los sapos se dan sus comilonas con ellos. Venga yo le muestro. Me lleva al patio de adentro de la casa. Hay un sapo comiendo bichitos: -Vea…Vea…ya esta lleno. ¡Que animal tan bello es un sapo!

Llega un señor que viene a hacerle una consulta a Fernando. Ya es de noche. Me despido. – Saludes a Jacinto. -Dice-Vea: el mejor filosofo americano es Havilock Ellis. Él vee todo en danza. Escribió un libro que se llama “The Dance of Life”. Dígale a Jacinto que se lo lea. Ese sí que está bueno para él. Adiós y vuelva. – Se empeña en acompañarme hasta el carro. La hierba está húmeda.  La señora se asoma al corredor y le grita: Sí: serenate pa que te murás…” -El maestro me repite: vuelva, vuelva. Vengase el sábado o el domingo…y yo no sé decir sino: gracias, maestro.

Abrazos…(fdo) Agustín.

  1. Agustín Jaramillo Arango
  2. Facultad de derecho – Universidad d Antioquia

Nota: el cochero de la foto es el maestro Jacinto Jaramillo Jaramillo, mi tío. El pasajero es mi padre, Agustín Jaramillo Londoño; desconozco el nombre de su acompañante.